Error tras error - Fascículo 3

Los días pasan sin darme cuenta entre dormir, comer y trastear lo que me dejan, parece que no da tiempo a nada. Poco a poco voy entendiendo lo que quieren decirme mis padres y otros seres como ellos. He conocido ya a mis tíos, mis abuelos y mi familia más cercana. Todos se pelean por cogerme, hacerme reír o incluso pasearme, para lo cual muchas veces no hago caso de ellos y me dejo llevar. Aprendo rápido. Trato de imitar en muchas ocasiones lo que veo, de vez en cuando, hasta parezco divertido a los ojos de los demás. 

Mi registro para comunicarme se expande cada día. Antes tenía tan solo tres llantos diferenciados, ahora entre sonidos que relatan grandes historias, aunque mis oyentes no hacen muchas veces por entenderme, pedorretas cuando estamos de broma, seguidas de alguna sonrisa y unos cuantos llantos más. Soy capaz de tener todo lo que quiero al instante. Sin embargo, ahora me dejan más mi espacio, menos mal, porque estaba harto de tener alguien siempre vigilando. Cuando quiero un juguete de mi recinto puedo cogerlo y enredar con ello, sin que estén cogiéndolo o tratando de hacerse los graciosos con ello. Cuando pienso en mi querido Agubu respiro hondo y una sonrisa de oreja a oreja, rellena mi feliz rostro. ¡Qué suave es!. Siempre a mi lado cuando duermo y sin cambiar de posición al despertar. Su pelo blanco y azul, su mirada profunda, esa pequeña nariz negra y esos brazos tan pequeños como los míos. ¡Qué suerte poder estar contigo!



Mis padres me muestran como si de un adorno más se tratase, en cada época del año me van disfrazando según lo que toque, en verano, de socorrista, hace poco me disfrazaron de forma aterradora y ahora que llega la Navidad, recuerdo los horribles posados por los que me hicieron pasar la anterior.

Comentarios